Sabado
Me desperté, sintiéndome diferente. A saber porqué.
Mi cerebro es una maquina de ideas descompuesta. Y para escapar del mundo de Morfeo debo poner música y doparme con cafeína diluida con rompope.
Hace dos días que el rompope se terminó y a falta de pan tortillas. Pero en este caso en vez de tortillas uso caviar, pues la crema dulce del whiskey se sabe mezclar muy bien con el café.
Una vez que entra a mi torrente sanguíneo, mis tripas expulsan lo que el día anterior fue mi cena. Podrías sincronizar un reloj con mi digestión. Después el vicio, mi angustia solicita nicotina. Un cigarro más, un clavo más al cajón de muerto y yo tan tranquilo.
No sé por qué se le teme tanto a la muerte, yo pasé 1980 años después de Cristo muerto y no pasó nada, si dejar de vivir es dejar de existir. Pues vamos sabiéndolo, para que cada día cuente, sin que me cuenten el cuento de la vida eterna. Ha de ser muy pesado estar viviendo para siempre.
Los papeles me anuncian que tarde aproximadamente 300 años en mi país para ser millonario, menos mal, una cosa menos de la que me debo preocuparme. La utopía de la fortuna, de la divina providencia, de acumular cosas y todo para poder tener respeto de los demás.
Nunca he entendido porque si hemos desenterrado más oro, hemos descubierto más diamantes, hemos succionado más petróleo que nuestros abuelos, somos más pobres.
Sería necesario cambiar los esquemas de valores. Porque eso de los metales, las piedras y los restos de los dinosaurios que usamos para encender los autos de lujo es una falacia repetida por la humanidad durante mucho tiempo. Además esas cosas están gratis en la naturaleza, falta escarbar para encontrarlas, pero alguien se le ocurrió la palabra propiedad y a la mierda la paz.
Supongo que la vida es más que esta triste y ridícula verbena de buscar el medio adecuado y oportuno para poder decorar una espacio que crees que es tuyo. Porque así lo dicen los papeles respaldados por las pistolas de los Don Juanes de la Ley.
Un día en la oficina, me vi rodeado de changos parlantes que no crecen, que pierden la cabeza, que no tienen la menor idea de dónde están.
Que sufren por que se les habla feo, o porque el compañerito de trabajo expreso que era un imbécil o que era una golfa por el escote pronunciado. Pero si les pagan igual, con independencia de la bilis que avienten en las ocho horas. Para que sufrir más por la misma cantidad de papel impresos con personas ilustres muertas o motivos de orgullo nacional. Habiendo tantas mañanas de resaca por las que realmente vale la pena sufrir.
Hay que lindo es exorcizarme con papel, las ideas de una sábado por la mañana.